Es más arduo honrar la memoria de los seres anónimos que la de las
personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de
quienes no tienen nombre”. Esta cita de Walter Benjamín
resume el último libro de la escritora y germanista Rosa Sala Rose. Se
trata de un puñado de historias protagonizadas por hombres y mujeres que
como el filósofo alemán se vieron obligadas al desarraigo y a huir de
una Europa enloquecida por el nazismo y la guerra, jugándose la vida, gente anónima que entraba en España por los Pirineos, la penúltima frontera antes de conseguir la libertad.
Rosa Sala Rose se encontró con todas estas historias olvidadas
mientras buscaba en archivos alemanes y españoles materiales para sus
libros de temática germanista. Ha leído miles de legajos que detrás de
un lenguaje burocrático, en algunas ocasiones crudo y siniestro,
esconden peripecias de personas que no tenían ni tienen la relevancia de
Benjamin y por esa razón rescató su identidad y decidió “devolverlos a
la vida”. Según la autora “algunas de las historias son asombrosas,
otras grotescas y casi todas trágicas”. Sala ha leído cartas
manuscritas, oficios de instancias oficiales y también ha intentado
completar la historia de todos ellos, de los que encontraron la muerte y
los que consiguieron llegar al mundo libre, contactando con personas
que los conocieron.
La penúltima frontera: fugitivos del nazismo en España (1940-1945),
es un libro que permite entender las pesadillas burocráticas y las
penalidades físicas que suponía el paso por España en los años aciagos
de la Segunda Guerra Mundial. Una de las fuentes principales ha sido el
Arxiu Provincial de Girona, pero también entrevistas, libros y
aportaciones de expertos, como el historiador Josep Calvet,
especializado en el estudio de las redes de evasión por los Pirineos en
este periodo, autor del prólogo.
Entre todas las historias recreadas por Rosa Sala, destaca por
trágica, la de Jenny Kehr Lazarus. A finales de octubre de 1942, en Coll
de Nargó, la Guardia Civil detiene a una pareja que ha entrado
clandestinamente en España. Max Regensburger y Jenny Kehr habían huido
con más gente del campo de concentración de Gurs en el sur de Francia y
en sus primeras declaraciones ante las autoridades franquistas que
decretan su ingreso en prisión se hacen pasar por pareja aunque no están
casados. Jenny había perdido a su marido Nathan Richard Kehr, de quien
había tomado el apellido, en uno de los pogromos efectuados por los
nazis en regiones alemanas fronterizas con Francia. Las dos hijas
adolescentes de los Kehr consiguieron salir de Europa pero la mujer y su
madre fueron deportadas a Gurs donde la anciana falleció a los pocos
días. Fue allí donde conoció a Max y donde se presume que iniciaron una
relación sentimental. Detenidos en Lleida, el gobernador civil, Juan
Antonio Cremades Royo ordena el ingreso de los dos en el campo de
concentración de Miranda de Ebro. Pero en el campo sólo admiten hombres
por lo que la pareja es separada y Jenny vuelve a dar con sus huesos en
la cárcel de Lleida apenas un mes después de su entrada clandestina y
llena de penurias en España y a disposición del gobernador civil.
En el expediente de Jenny Kehr, Rosa Sala ha encontrado un documento
que explica el trágico final de la mujer. El gobernador civil decide que
la refugiada sea conducida hacia Figueres y desde allí sea entregada en
la frontera a la policía alemana. Así se lo comunica a su colega de
Girona: “Tengo el honor de participar a V.E., que con esta fecha ordeno
la conducción a Figueras de la extranjera hebrea Jenny Sara Kehr nacida
Lazarus, rogando a V.E. tenga a bien ordenar que sea obligada a repasar
la frontera ya que penetró en nuestro territorio clandestinamente y se
ha dispuesto su expulsión del mismo por ser judía, esperando tenga a
bien comunicarme la fecha en que esto se lleve a cabo…”.
La autora hace notar que el gobernador decide expulsarla no sólo por
su entrada clandestina a España sino que la califica como “una
extranjera hebrea” y sin que venga a cuento añade el nombre de Sara a su
identificación completa, un trámite que sólo se empleaba en el III
Reich en aplicación de las leyes raciales de Nuremberg. Según Sala,
“todos los judíos debían añadir obligatoriamente, entre el nombre de
pila y el apellido, el apelativo ‘Israel’ en el caso de los hombres y
‘Sara’ en el de las mujeres. El objetivo era identificar de inmediato en
la correspondencia o en las transacciones comerciales la identidad
judía del firmante”. Cremades Royo, un gobernador que procedía de la
CEDA y del nacionalcatolicismo de la Asociación Nacional de
Propagandistas, se deja llevar por un inusitado fervor filonazi y decide
que Jenny ha de ser expulsada “por ser judía”.
Jenny es informada de su fatal destino y empieza su camino de vuelta
desde la penúltima frontera hacia un campo de exterminio. Durante el
traslado debe pernoctar en la cárcel de mujeres de Les Corts en
Barcelona. Es ingresada la noche del 10 de diciembre de 1942 y las
monjas guardianas ni apuntan su nombre y la dejan a cargo de una reclusa
que la encierra en una celda. Por la mañana la encuentran colgada de un
cinturón. Sala Rose escribe: “Qué sola tuvo que sentirse Jenny Kehr
aquella fría noche de invierno en su celda de Barcelona. Y qué pavoroso
tuvo que ser su miedo”.
Según Rosa Sala, la historia de Jenny demuestra que el franquismo también colaboró con la estrategia de solución final diseñada por los nazis para eliminar a los judíos de
Europa. La España franquista no promulgó ley ni decreto alguno que
determinara la expulsión de ciudadanos extranjeros en virtud de su
origen étnico o religioso ni adoptó los brutales métodos del
nacionalsocialismo. La decisión de expulsar a los refugiados extranjeros
quedaba en manos del gobernador civil de la provincia donde se había
producido la detención y todo apunta a que Jenny tuvo la mala fortuna de
ir a parar a manos de un gobernador “anormalmente hostil a los judíos”,
cosa que no sucedía en Girona, cuyo gobernador civil, Paulino Coll, no
manifestaba tales actitudes antisemitas.
El caso de Jenny Kehr no fue el único. Este y otros varios ya fueron
registrados por el historiador Josep Calvet en su libro Les muntanyes de
la llibertat. Según Rosa Sala, queda desmentida la aseveración hecha
por Patrik von zur Mühlen en un estudio de 1992 donde, careciendo de
documentación relativa a expulsiones de judíos, afirma que “no existe el
menor indicio de que España participara indirectamente en el holocausto
entregando fugitivos a sus verdugos en virtud de su filiación”. Calvet
corrobora la responsabilidad del primer franquismo en la deportación de
muchos refugiados y fugitivos que entregados a los nazis acabaron
pereciendo en los campos de exterminio. “Se destaca mucho –escribe– la
labor de diplomáticos españoles que en las embajadas de muchos países
del Este de Europa consiguieron salvar a miles de judíos, pero se omite
que también fueron diplomáticos españoles destinados en Francia los que
facilitaron la deportación a campos de exterminio de centenares de
republicanos españoles exiliados en el país galo”.
(Pau Echauz)
En:
http://www.lavanguardia.es/cultura/20110306/54123773845/un-libro-sobre-los-fugitivos-de-los-nazis-en-espana-replantea-la-responsabilidad-del-franquismo-en.html
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