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jueves, 16 de mayo de 2013

“Los lagartos de la Quebrada”


Los lagartos de la Quebrada es una obra de Antonio Tejedor García.
Sinopsis:
Se dice que de las guerras todos salimos perdedores, pero no es cierto. Algunos ganan, y mucho. La mayor parte de la literatura que refleja la época franquista se enfoca en la represión más visible: miles de muertos, heridos y represaliados. Pero hay otra más sutil; tanto, que parece no haber existido o no se ha tomado por tal.
Esta es la que se vive en Los lagartos de la Quebrada. Miles de españoles que se vieron obligados a soportar una vida miserable, a pesar de haber resultado ganadores en la contienda. La historia de unas gentes que nunca entrarán en la Historia. La intrahistoria, que llamaba Unamuno.
Personajes sumidos en el miedo permanente, supervivientes en el esqueleto económico, apartados de la cultura que les hubiese dado una posibilidad de salida a las penurias de cada día. Entrañables, sin embargo, maestros de la ironía y, a veces, del sarcasmo como eufemismos para poder sacar a la luz una frase de su pensamiento. Y bajo esta capa, también el valor del grupo, la audacia ante la fuerza del déspota, esa mínima esperanza.
Triunfadores en la guerra, derrotados en la vida. Vencedores vencidos.
Ver:

sábado, 29 de diciembre de 2012

lunes, 4 de junio de 2012

Los mutilados en la España franquista: vencedores y vencidos


En la España franquista se comenzó muy pronto a abordar la cuestión de los mutilados de guerra. Ya en 1937 se dio un decreto por el que se creaba un organismo oficial para encargarse de los mutilados. Otro decreto, fechado el 5 de abril de 1939, recién terminada la contienda, establecía el Reglamento del Benemérito Cuerpo de Caballeros Mutilados, luego reformado en 1958. El Reglamento consideraba como “caballero mutilado de guerra” al que había formado parte de las fuerzas armadas, de orden público u organismos semejantes, y hubiera sufrido lesión corporal por distintos medios provocada por los “enemigos, rebeldes, facciosos o sediciosos”, así como por agentes atmosféricos en la guerra o en actos de servicios prestados en la represión de delitos contra la seguridad del Estado, de España o de los ejércitos. Otra categoría era la denominada “mutilado accidental”. Se trataba de aquel que, en tiempo de paz, habría sufrido lesiones por manipulación de armas.
Los mutilados de guerra dependían de la Dirección General de Mutilados y lucían una medalla, cuyo símbolo era un aspa dorada y la leyenda: “Franco, 18 de julio de 1936”.
Dentro de los mutilados de guerra se establecieron categorías en función de sus lesiones y dentro de cada una, se diferenció entre los que lo eran por guerra o por acto de servicio. En primer lugar, estaba el “mutilado absoluto”, con una gratificación denominada “gran mutilación” y que suponía hasta un 80% por encima de su sueldo. Por debajo de los “absolutos” se encontraban los “mutilados permanentes”. Tantos los “absolutos” como los “permanentes” podían compatibilizar las ayudas o gratificaciones con un trabajo remunerado. En tercer lugar, estaban los “útiles”, que significaba poder continuar en su situación militar y pertenecían al cuerpo de mutilados solamente a efectos de pensiones y prerrogativas.
Los mutilados republicanos no pertenecían a este cuerpo ni gozaban de prerrogativas, privilegios ni recibían compensaciones o gratificaciones. Pero en los años sesenta se organizaron. En 1968, Florentino Martínez Durán y otros mutilados republicanos crearon la Liga de Mutilados e Inválidos de la Guerra de España y presentaron en las instancias oficiales la autorización para ser una organización legal. El Ministerio de la Gobernación rechazó tal pretensión aduciendo vicios formales. Fueron corregidos estos errores y se volvió a presentar la solicitud. De nuevo, fue denegada. No se amilanaron y presentaron un recurso al Tribunal Supremo en enero de 1974, que lo desestimó.
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Nos hemos basado en el texto sobre los mutilados de guerra del libro de Joaquín Bardavío y Justino Sinova: Todo Franco, Barcelona, 2000, págs. 465-466