Uno de los hechos menos conocidos en la historia de la invasión alemana de Francia es de los refugiados de dicho país en España. En este artículo nos acercaremos a la cuestión siguiendo el artículo de Gabriel Cardona, “El belicismo de Franco en 1940” (Historia y Fuente Oral, número 7, 1992, págs. 141 y ss.).
La invasión y derrota de Francia produjo una riada de refugiados hacia el sur. Desde el mes de junio de 1940 muchos franceses cruzaron la frontera de los Pirineos. Esta llegada sorprendió a las autoridades españolas. En principio, se dejó pasar a los que declaraban que estaban en tránsito o que se dirigían a Portugal, pero al poco tiempo se establecieron restricciones y hasta se cerró la frontera. El día 4 de septiembre se abrió el paso de Hendaya y se restableció el tráfico ferroviario. Desde el día 11 de noviembre se permitió, únicamente, el paso a España con un visado francés autorizado por las autoridades españolas.
El régimen franquista estableció unas rígidas condiciones de vida para los refugiados. Los hombres fueron internados en el campo de concentración de Miranda de Ebro. La vida en dicho campo no era fácil para nadie, ni para los presos que allí estaban desde el final de la guerra civil, ni para los soldados ni para los refugiados franceses. Los barracones eran destartalados y la comida y la ropa eran muy escasas. Además, las organizaciones benéficas extranjeras no fueron autorizadas para aportar ayuda. La Cruz Roja americana sí pudo enviar alimentos, medicinas y ropas durante un tiempo, aunque la distribución no fue realizada por dicha institución sino por el Auxilio Social. Al final, el gobierno español decidió suspender esta ayuda y obligó a los representantes de la Cruz Roja a abandonar España. La esposa del agregado militar norteamericano, Mrs. Sthepens se empeñó en proporcionar ayuda a los internados del campo pero en 1942 el embajador Hayes ordenó que cesara en sus actividades para evitar tensiones con el gobierno franquista.
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