Mientras Occidente caminaba hacia el fin de las servidumbre, la Rusia del inicio de la Edad Moderna ve la implantación de la misma. Se intentaba frenar, con esta medida, la emigración de los campesinos hacia el sur. Por ello, en el año 1597 con Boris Godunov se establece la servidumbre de los campesinos hasta ese momento libres. Quedan encomendados a los señores. A lo largo de los siglos XVII y XVIII la situación de subordinación de los campesinos se incrementa. El despotismo ilustrado de Pedro I o de Catalina la Grande, en vez de mejorar la situación legal de los siervos, recrudece la condición de los mismos.
Al llegar al siglo XIX la mayor parte de los campesinos rusos son siervos, aunque su situación no es igual, ya que existe toda una tipología. Hay siervos domésticos, siervos que pagan una renta u obrok al señor y, por fin, siervos sujetos a la corvea, o trabajo no remunerado, siendo ésta la peor situación de todas.
La servidumbre en el siglo de las Revoluciones liberales aparece con toda su crudeza, y no sólamente en el plano económico, sino en el de la dignidad humana. Son analfabetos la mayoría, están sujetos a castigos físicos, pueden ser desterrados a Siberia, ser prestados y hasta vendidos por sus señores, sin el amparo de la justicia. Además, están sujetos a un larguísimo servicio militar si son reclutados.
Este clima de indignidad fue contestado por los siervos en multitud de ocasiones, ya sea con revueltas, ya con huidas masivas. Dado el aumento de la conflictividad, la represión se hizo más feroz.
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