El historiador Julián Casanova nos explica en un trabajo, cuya referencia incluyo al final del artículo, como fue la persecución religiosa en Cataluña en los primeros meses de la guerra. Se multiplicaron los incendios de imágenes, se establecieron como establos o almacenes muchas iglesias, se fundieron campanas para munición, se suprimieron los actos religiosos, y se exhumaron a no pocos religiosos y monjas de los conventos. Se calcula que fueron asesinados unos 1.189 sacerdotes, 794 religiosos y 50 monjas, aunque la cifra total aumenta a 2.437 personas si se incluyen a los eclesiásticos asesinados de poblaciones aragonesas o valencianas pero que pertenecían a diócesis catalanas. Se estima que en Cataluña cayó un tercio del clero pasado por las armas. La primera víctima cuando se conseguía sofocar la sublevación de rebeldes en una localidad solía ser un eclesiástico, o algún edificio o cuestión relacionada con la Iglesia, como la quema de la parroquia. Es evidente que casi todos los asesinados lo fueron inmediatamente, sin juicio previo, y casi sin pasar por una celda. Casanova nos habla de que sólo 240 religiosos pasaron por la Cárcel Modelo de la capital catalana. En realidad la cárcel era un verdadero refugio.
(Véase, Julián Casanova, "Rebelión y revolución", capítulo III, 'Abajo la Iglesia, que caiga el poder: la violencia desde abajo', en Santos Juliá (coordinador), Víctimas de la Guerra Civil, op.cit., págs. 127 y ss.)
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