Los escuadristas eran ex soldados, jóvenes y trabajadores parados imbuidos de ideas nacionalistas que formaban bandas o escuadras al terminar la Gran Guerra, a comienzos de los años veinte en Italia. Atacaban a los socialistas, a los huelguistas, a algunos locales católicos, se dedicaban a romper huelgas y ocuparon los territorios en dipusta del Fiume y del Trentino en el año 1922. Al año siguiente se encuadraron en la Milicia fascista.
Estas escuadras surgen del desclasamiento producido por la guerra. Muchos combatientes, al regresar del frente, no pueden reincoporarse a los modos de vida del momento. Hay una cierta nostalgia del heroísmo y un acusado nacionalismo. Están orgullosos de sus heridas, de sus medallas, de sus uniformes, de su vida en la milicia donde tenían un lugar y había un orden, donde recibían y daban órdenes, frente a una sociedad y una economía con graves problemas, con paro y donde no son comprendidos. No se identifican con los burgueses porque su modo de vida es harto distinto, además del interés por la paz que demuestran para que puedan prosperar sus intereses. Pero tampoco congenian con los obreros y sus reinvindicaciones porque consideran que son egoístas. Las verdaderas reivindicaciones serían las de la patria a las que debían subordinarse todas las demás.
Estas tropas de choque encuentran el apoyo de una parte de la clase intelectual italiana desengañada del parlamentarismo y del liberalismo italiano. En este sentido destacará Gabriele D'Annunzio, que con esos escuadrones ocupará el puerto de Fiume y se convertirá en un héroe nacional. En Italia cunde la idea de que la victoria ha sido pírrica, que el enorme esfuerzo realizado en vidas y recursos económicos no ha servido para mucho. La aventura del Fiume es una respuesta a este desegaño.
Estamos, pues, ante un fenómeno social en el que el fascismo calará muy pronto.
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