El horror del Holocausto es incomensurable y dificil de definir. Los documentos nazis, fríos, bien escritos, precisos y con un lenguaje puramente administrativo no necesitan comentario alguno. Su lectura nos produce un hondo dolor e ira por lo que contienen pero, también por ese mismo lenguaje, el que se podría emplear para dar una instrucción o una orden sobre aspectos comunes de cualquier administración.
Uno de esos documentos es una instrucción de agosto de 1942 del responsable de la Oficina Central de las SS sobre el tema de la utilización de los cabellos. Este jefe había ordenado que había que recuperar los cabellos humanos de todos los campos de concentración. Estos cabellos iban a ser transformados en fieltro industrial. Los de mujer era muy buenos para los equipajes de los submarinos y para las medias de fieltro. Dada la falta de materias primas había que aprovechar, pues, los restos humanos de los seres humanos detenidos en los campos de concentración.
Los cabellos de las mujeres deberían ser desinfectados. En el caso del pelo de los hombres solamente se debían conservar los que superarasen los 20 mm. Por ello, y como experimento, se ordenaba que el cabello de los reclusos no debían cortarse hasta que se llegase a esta longitud deseada. Como un pelo largo podía facilitar alguna evasión los presos deberían ser marcados como cada comandante estimara oportuno, mediante una huella en su cabello.
Los cabellos reunidos se utilizarían en una empresa instalada en uno de los campos. La cantidad de cabello reunido mensualmente debía ser separada en función del sexo y comunicada a dicha Oficina Central.
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