En este blog dedicamos algunos artículos a las terribles condiciones laborales y de vida de los trabajadores en las dos fases de la Revolución Industrial, así como al movimiento obrero. El paro es una de las lacras de la sociedad capitalista, como estamos comprobando en esta dura crisis. En un blog donde nos acercamos al sufrimiento humano provocado por el odio, la guerra, el fanatismo, las persecuciones políticas y religiosas, no podíamos dejar de estudiar otro tipo de sufrimiento también infringido por el ser humano. En este trabajo haremos una aproximación al paro en la Gran Depresión.
Las cifras del paro después de estallar la Crisis del 29 se multiplicaron en los años sucesivos en Estados Unidos. En ese primer momento había millón y medio, pero al año siguiente se había alcanzado la cifra de 4'2 millones, es decir, el 8'8% de la población activa. En 1931 hubo 7'9 millones de trabajadores en paro, es decir, casi el doble del porcentaje del año anterior. En 1932 el 24% de la población activa estaba en paro, es decir, casi 12 millones de estadounidenses.
Las ciudades norteamericanas se llenaron de parados, de personas que habían perdido sus hogares y dormían en portales o la intemperie. Aparecieron las ciudades de lata, o Hoovervilles, llamadas así de forma irónica en relación con el nombre del presidente Hoover. Los alquileres eran imposibles, y también lo fue comer.
Los que tuvieron más suerte, es decir, los que conservaron sus empleos, vieron disminuidos sus salarios desde el año 1930.
Si el paro total provocó un drama brutal, el paro parcial no dejó de ser, también muy duro. Un estudio realizado en marzo de 1932 sobre el paro parcial entre unas 6.000 compañías dio a conocer que el 63% de los trabajadores industriales se hallaban ocupados a tiempo parcial.
Una de las consecuencias más impresionantes del paro fue el espectacular aumento de los suicidios. En 1933 se mataron 23.000 personas.
Los médicos e instituciones de asistencia social comenzaron a ser conscientes de la repercusión del paro en la alimentación e higiene de las personas. Se hizo un esfuerzo para recomendar menús que aseguraran la necesaria aportación calorífica, y a el menor precio posible. El US Bureau Economics se dedicó a recomendar este tipo de menús o raciones a bajo coste. Pero hasta la llegada de Roosevelt la Administración no fue muy activa a la hora de buscar soluciones o paliar los estragos de la crisis. Entre algunas excepciones que pueden citarse estaría la del municipio de Tulsa en el estado de Oklahoma. Dicho municipio compró alimentos en grandes cantidades a comerciantes locales para distribuirlos entre los parados, estableciendo tres tipos de raciones: una para adultos, otra para jóvenes, y una para niños
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