Ceuta, año 1944. Ser soldado y valenciano en el primer Batallón de
Autos de Marruecos era un combinado fatídico. Al general Franco se le
había atragantado Valencia. No solo había sido capital de la República
entre noviembre de 1936 y octubre de 1937, sino que también había
retrasado el avance de sus tropas. La toma de la ciudad llevó ocho meses
más de lo que habían calculado sus estrategas. El brigada Tejido,
destinado en este batallón, no lo olvidaba. Y descargaba todo su rencor
sobre el grupo de valencianos bajo sus órdenes: "¡Rojos de mierda!",
hijos de puta, ¡qué guerra nos habéis dado!", vociferaba a menudo,
henchido de ansiedad.
Bajo aquella presión, el 18 de septiembre de 1944, el soldado Juan
Bautista García Sales, de Foios, un pequeño pueblo de la huerta de
Valencia, cometió el error de confundir el paso durante la instrucción
que realizaba en la explanada del puerto de Ceuta. Y lo pagó con su
vida, tras una agonía de 11 días en el hospital militar. El Ejército
echó tierra sobre el asunto: comunicó a la familia que había fallecido
como consecuencia de una peritonitis derivada de una apendicitis.
Uno de sus compañeros, Matías Gimeno Orts, de Roca, la vecina
pedanía de Meliana (Valencia), recibió un permiso de 11 días con el
encargo de entregar a la familia del fallecido su ropa y pertenencias.
Era su mejor amigo.
Batiste, como era conocido por familiares y
amigos, había muerto con la cabeza sobre su brazo el día de San Miguel
(29 de septiembre) a las siete y media de la tarde, dos días después de
haber cumplido 22 años. Matías presenció lo ocurrido y casi 67 años
después todavía no ha podido olvidarlo. Ahora tiene 88. Es un labrador
retirado que vive el último tramo de su vida rodeado de jaulas con
jilgueros, pardillos y verderones, y no quiere morir sin que se sepa la
verdad sobre la muerte de Batiste, a quien define como "una bellísima
persona".
"Me acuerdo como si lo estuviera viendo", rememora, y se levanta de
la silla y lo representa con vehemencia. "Estábamos haciendo
instrucción. Éramos unos 200 o 250. Íbamos en fila de a tres. Él iba en
la fila del medio, delante de mí. Se equivocó en el paso y pisó al de
delante. El brigada Tejido [no recuerda su nombre de pila] lo sacó de la
fila: '¡Alto! ¡Tú, salte de la formación! ¡Ponte firme!'. Le golpeó en
la cabeza y empezó a echar sangre por la boca y los oídos. Lo reventó.
Nos tenía ojeriza a los valencianos porque veníamos de zona republicana.
Había terminado la guerra y aquí éramos rojos. Nos insultaba
constantemente".
Matías lo estuvo visitando en la cama número 83 del hospital hasta
el momento de su muerte. Ese día recibió un recado desde el hospital:
"Si quieres ver a Bautista vivo, ven, que está muy malito". A los
parientes se les recomendó que mejor no fueran a verlo. Los compañeros
pasaron la gorra y pagaron un nicho en el cementerio de Santa Catalina,
en el monte Hacho de Ceuta, del que cinco años después, sin aviso, fue
exhumado y trasladado a una fosa. Desde entonces reposan allí sus restos
con la silueta del Peñón de Gibraltar recortada sobre el mar.
El hombre que lo presenció todo continúa recordando. Cómo vació la
taquilla de Batiste, cómo lo metió todo en el macuto. Tras tres
tortuosos días de viaje, entregó sus cosas a la madre, entre las que
había una pluma estilográfica con la que había escrito la dedicatoria de
una fotografía vestido de militar, que mandó a unos amigos. Le abrió la
puerta Honorato, un niño de seis años, que estaba con su abuela y su
madre, Mercedes, una de las hermanas de Batiste. "Cuando entré en su
casa había dos mujeres lavando en un barreño grande. Una de ellas era su
madre, Amparo. Me preguntó cómo había sido y yo le dije que del
apéndice. Hasta que no terminé el servicio militar y no tuve nada que
ver con el cuartel no le dije que en el papel habían puesto una
mentirola. Entonces conté la verdad a algunos familiares", refiere. Pero su madre se lo calló.
Batiste había estado de permiso en Foios un mes antes de morir, por
las fiestas del pueblo. Hacía 11 meses que había salido de allí para
cumplir el servicio militar. "Era muy guapo" y hacía muy poco que había
reñido con su novia, "una chica de Massalfassar", recuerda su hermana,
Rosario García Sales, de 90 años. Ella lo había acompañado a la estación
del Norte de Valencia. "Se iba contento. Era muy buena persona", evoca.
"Nos dijeron muchas mentiras. Que estaba muy mal, grave. Luego, dos
días antes de morir, que había mejorado. Dijeron que había muerto de una
apendicitis, que había tirado un gusano muy largo...", relata postrada
en un sillón con las piernas en alto en su casa de Foios. El cura les
trajo la mala noticia y les contó que había tenido "muy buen entierro".
"Mi madre se quedó casi ciega de llorar durante tres meses. Se le
cayeron las pestañas. Nos hacía mucha falta porque mi padre había
muerto. Éramos siete mujeres y tres hombres, pero él era el único que
cobraba un sueldo todos los meses", justifica.
Batiste trabajaba de mecánico en Ferrocarriles Españoles de Vía
Estrecha (FEVE) y ayudaba a sus dos hermanos en el campo. Su padre,
Miguel, republicano; su madre, Amparo, muy católica. "Eran la noche y el
día", describe la hermana. Aunque el ambiente en los talleres de FEVE
estaba muy politizado durante la guerra, Batiste no había militado en
ningún partido ni sindicato: "Era muy joven, no se había metido en
nada". Rosario no supo la verdad sobre la muerte de su hermano hasta que
al cabo de varios años se lo reveló su marido, Tonet Palau. Él, que
había sido teniente en el ejército republicano y tras la guerra hizo
trabajos forzados en el Valle de los Caídos, había sido informado por
Matías y otros tres compañeros de Batiste. Pero su mujer no quería
saberlo: "No me lo vuelvas a decir, mi hermano está muerto y no quiero
saberlo", le espetaba cada vez que trataba de contárselo.
Tampoco quería saber nada su hermano Vicente, cinco años menor que
Batiste, que cambiaba de acera cuando veía por la calle a Matías. "Mi
padre rehuía la verdad porque no podía hacer nada", explica su hijo,
Vicent García Devís. "Era una injusticia muy grande y no se podía hacer
nada. La dictadura era un muro inmenso. España estaba gobernada por
militares y los fusilamientos estaban a la orden del día. Además, era
una familia sin recursos, que no hablaba apenas en castellano, sin
contactos... No habían podido ir ni al entierro. Ceuta estaba muy lejos.
Había que ir en tren hasta Alcázar de San Juan, después hasta Cádiz,
luego coger un barco a Ceuta... ¡Era más difícil que ir hoy a Birmania!
La familia se quedó con la versión oficial, que era la más feliz".
Pero con la llegada de la democracia, su padre le contó la verdad:
"Me transmitió ese malestar, que es como una herida sin cerrar, y sentí
que tenía que hacer algo". Hace 21 años, Vicent acudió al Ayuntamiento
de Ceuta, consiguió una fotocopia del libro de defunciones y averiguó en
qué nicho había sido enterrado su tío. Iba con el propósito de
recuperar sus restos para llevarlos al cementerio de Foios e inhumarlos
junto a los de sus abuelos. "Me los habría traído en una caja de zapatos
si hubiese podido", se sincera. Pero se encontró con que el nicho
estaba ocupado por los restos de otra persona: "Por lo visto, los
amigos, que debían de tener muy poco dinero, adquirieron una concesión
de uso de solo cinco años, pero ni preguntaron a la familia si la quería
renovar". Tras una investigación posterior descubrió que sus restos,
"en solo tres minutos", habían sido retirados del nicho y depositados en
la fosa del patio número cinco. "Lo primero que hice fue llevarle un
ramo de flores, el primero que podía ofrecerle la familia después de
tantos años. Tomé una fotografía y la mostré a mis parientes", se
emociona.
Vicent se sentía impulsado a hacer lo posible para reparar la
memoria de su tío. Siguió haciendo investigaciones, "siempre sin decir
para qué quería la información, ya que en el ámbito militar todo va gota
a gota y siempre te dan lo mínimo". Así obtuvo el expediente personal
de Batiste del Archivo Intermedio Militar de Ceuta, con el documento que
el jefe del Batallón de Autos de Marruecos mandó a la Guardia Civil
para que, dos días antes de su fallecimiento, comunicara a la familia
que el soldado "se encuentra mejorando de la enfermedad que padece". Y
encontró el expediente del hospital militar, cuyo resumen histórico
detalla que el soldado ingresó con "apendicitis": "Presenta fuertes
dolores en fosa ilíaca derecha y defensas en paredes. Fórmula y
recuentos elevados. 16.600 leucocitos. Intervenido mediante
raquianestesia, se encuentra el apéndice en malas condiciones, se le
extirpa y se le coloca un drenaje de goma. Se da parte de gravedad por
peritonitis consecutiva de apendicitis". Lo firmó el jefe de la clínica
primera de cirugía del hospital Militar de Ceuta, el teniente coronel
Enrique Ostale González. Los documentos del cementerio también
consignaban que la causa de la muerte había sido una "peritonitis
inmediata".
Obtener esa información le ha costado años. "Si la hemos conseguido
es porque dijimos que no teníamos nada suyo y queríamos algún recuerdo,
aunque fueran papeles. De lo contrario, no nos la habrían dado. Son
militares y tratan de protegerse", se duele. Vicent habló de las
indagaciones con su prima Charo Palau García, hija de Rosario, que
conocía a las hijas de Matías Gimeno y le habían revelado la verdad
sobre la muerte de su tío. "Era la historia que nos había contado desde
siempre nuestro padre y que tanto nos hacía llorar", recuerdan Carmen y
Amparo Gimeno. Ellas les indicaron que Matías "estaba ansioso por contar
la verdad y quería irse de este mundo con la conciencia tranquila".
Vicent y Charo se pusieron en contacto con Matías, quien se vació
enseguida ante ellos. "Le dijimos que queríamos recuperar sus restos
para enterrarlo con sus padres y cerrar la herida. Que queríamos acabar
con la versión oficial y feliz de su muerte, porque la verdad es la
única manera de hacer justicia", apunta Vicent.
Matías les firmó una declaración y además accedió a que le grabaran
otra en un vídeo "porque el proceso es muy largo y él muy mayor". A este
material han añadido un escrito con la información reunida sobre el
caso, en el que reclaman la recuperación de los restos y la reparación
de la memoria. La petición va avalada por 50 firmas de familiares
directos en nombre de unos 300, entre los cuales están representadas
varias ideologías.
"Es la demanda relacionada con la memoria con más peticiones de
España", expone el representante del Grupo de Recuperación de Memoria
Histórica de la Fundació Societat i Progrés, Matías Alonso, que ha
asumido la asesoría del proceso de Juan Bautista García Sales. Alonso
destaca que se trata de "un proceso especial" y "muy difícil" porque no
guarda relación con los casos habituales de memoria histórica, en los
que hay uno o varios familiares fusilados. "No es el típico caso, pero
igual constituye una vía nueva, ya que abre una perspectiva inédita
sobre las condiciones en las que los vencidos realizaban el servicio
militar en la época. ¿Cuántos casos más ha habido de chavales que
murieron en esas condiciones, como consecuencia de odio político, sin
que se le entregara el cadáver a la familia?", se pregunta.
Él lo conceptúa como "un caso frontera", porque "se trata de
soldados que pagaron el pato del odio sin haber tenido ninguna
implicación en la guerra". "Es un terreno desconocido, pero estamos
hablando de derechos humanos, de una familia que entregó una persona al
Estado y el Estado no garantizó su integridad", argumenta. Alonso
considera que lo apropiado sería enfocarlo por el derecho de la familia a
que se sepa la verdad de lo que ocurrió "con la prepotencia e impunidad
de oficiales ante la indefensión de soldados que no sabían ni cuáles
eran sus derechos". En ese sentido, sostiene que el cauce apropiado que
debe seguir el proceso es a través del Ministerio de Defensa, y no del
de Justicia, ya que "el propio Estado está implicado". Alonso es muy
prudente respecto al desenlace del caso, porque pese a ir avalado por
"un testimonio de primera magnitud" tiene un complicado encaje con la
Ley de Memoria Histórica, aunque destaca que "los familiares no buscan
ningún enfrentamiento, sino, si es técnicamente posible, recuperar sus
restos". Con todo, previene que el caso podría zanjarse con "un memorial
junto a la fosa", con "una reparación simbólica". Sus familiares lo
prefieren a la versión manipulada.
(Miquel Alberola)
En:
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/dia/Matias/Gimeno/decidio/contarlo/todo/elpepusocdmg/20110206elpdmgrep_9/Tes