Hay quienes son de la opinión de que ciertos capítulos de la historia
es mejor cerrarlos y tratar de olvidarlos. Pero también hay quienes
opinan que es mejor conocer el pasado para comprender el presente, y
como en este caso, no cometer los mismos errores.
Meses y meses de investigación han llevado al periodista orduñés
Joseba Eguiguren a recorrer todo el estado para dar con supervivientes
del campo de concentración de prisioneros y evadidos de Orduña. La
mayoría de ellos roza los 90 años si no más, y esto ha supuesto una
traba importante a la hora de encontrar testimonios en primera persona.
El superviviente más cercano lo encontró en Arrigorriaga, y aunque
actualmente ya ha fallecido, su testimonio en primera persona fue el
reflejo de la miseria, dolor y sufrimiento que padecieron.
La intención de este estudio es que vea la luz en formato libro, a
poder ser a lo largo este año. Entrevistado en RADIO LLODIO, su autor,
nos ha explicado que sigue el formato de un reportaje audiovisual pero
narrado. Ha intercalado datos recopilados durante sus investigaciones en
archivos civiles y militares de todo el Estado, con fotografías y
cartas recuperadas, y los testimonios de los supervivientes transcritos e
intercalados.
El campo de concentración de prisioneros y evadidos de Orduña fue
habilitado por Franco entre 1937 y 1939, y contó con un total de 50.000
prisioneros de guerra republicanos recluidos en condiciones deplorables.
La mayoría de los concentrados fueron gudaris del Ejército vasco y
combatientes antifascistas catalanes, aunque también hubo civiles, desde
adolescentes hasta ancianos, que nunca habían cogido un arma. Todos
varones.
Su ubicación fue el antiguo colegio de los jesuitas, donde había
estudiado el propio lehendakari del primer Gobierno vasco, José Antonio
Agirre, y su propósito fue la reclusión preventiva, la clasificación y
la reeducación de prisioneros republicanos capturados por las tropas
franquistas en los frentes de Bizkaia, Aragón y Cataluña.
Los prisioneros concentrados en ese espacio, reconvertido hoy en
centro privado de enseñanza, fueron obligados a trabajar como esclavos
en diferentes obras públicas y privadas, y fueron sometidos a un trato
inhumano que se sustentó en el hambre, el frío, el hacinamiento, la
humillación y la brutalidad desmedida de guardianes que llegaron a matar
prisioneros a golpes.
Además del edificio principal, el campo de concentración de Orduña
contó con tres grandes inmuebles auxiliares que se emplearon como
centros de internamiento y hospitales. El número total de muertes
registradas oficialmente en el campo durante los más de dos años en que
permaneció abierto es de 24, y los cuerpos de los fallecidos fueron
enterrados en el cementerio municipal de Orduña sin lápida o inscripción
alguna que los recuerde.
En:
http://radiollodio.com/2011/02/09/un-estudio-saca-a-la-luz-la-historia-del-campo-de-concentracion-franquista-de-orduna/
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